La vida muchas veces nos da golpes
muy fuertes, pero el saber levantarnos y continuar luchando es donde radica
nuestra valentía. Esta esta historia te a hacer reír o te va a hacer llorar,
porque esta historia es de la vida real.
Foto: Ricardo Ramos |
En el cruce las avenidas Caminos
del Inca con Tomas Marzano en el Distrito de Santiago de Surco, se encuentra
María Julia Vilca Castillo, una mujer de 41 años de edad, que trabaja como
lustrabotas de lunes a sábado de siete de la mañana hasta las cinco de la tarde
y ya lleva trabajado así durante diez años.
“Este es un trabajo un tanto
tranquilo. Durante los años que llevo trabajando no he tenido problemas,
mientras los clientes queden a gusto no tiene por qué quejarse, y yo procuro
eso”. A pesar que mayormente son varones lo que se dedican a este trabajo doña
María no se siente más ni menos, como ella misma dice: todo trabajo es bueno.
Foto: Gianfranco Loayza |
Ella nació en Cajamarca, vivió allí
hasta los veinte años, edad en la que se casó y tuvo a su primer hijo Carlos,
cinco años tuvo a una hija llamada Noemí. Actualmente Carlos estudia Mecánica
Automotriz en un Instituto, su hermana aún está en el colegio. Y ellos son la
razón por la cual doña María se levanta todos los días para trabajar, ya que su
esposo falleció ya hace varios años.
“Yo trabajo con mucho esfuerzo
para darle a mis hijos el futuro que yo no pude tener”. Doña María solo estudió
hasta tercero de secundaria, en su hogar había mucha carencia por eso decidió
trabajar en lo que encuentre desde muy pequeña. “Hasta que me enamoré de mi
esposo, él vivía aquí en Lima, por eso cuando nos casamos él me trajo”.
El golpe más fuerte que le toco
vivir fue la muerte de su esposo, ella estaba cocinando en su casa cuando
recibió la noticia que su esposo había sido atropellado y estaba siendo
trasladado a un hospital. Allí solo sobreviviría dos días.
Al verse sola empezó a trabajar
subiendo a micros a vender golosinas mientras sus hijos estaban en el colegio.
Poco a poco fue recuperándose de su perdida y acostumbrándose a su nuevo ritmo
de vida, el trabajo de lustrabotas se le presentaría un día, cuando un vecino
de ella que era lustrabotas que quiso venderle su estante con todos los utensilios,
porque uno de sus hijos lo iba a llevar a vivir a la sierra. Ella en ese momento
no le dio una respuesta. Después de pensarlo bien acepto, ya que así no tendría
que ir de micro en micro a vender todos los días, ya iba a estar en un lugar
fijo. Su amigo le enseño como debía trabajar y en donde conseguir a mejor precio
todos los materiales.
Y así es como inició su aventura
como lustrabotas. “No sé dentro pronto deje este trabajo, pero mientras tenga
este sustento voy a dar lo mejor de mí, porque así es como he estado sacando
adelante a mi familia”.
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